martes, 18 de diciembre de 2012

2012-12-18. A fin del mundo, bolsillos llenos

La Prensa Austral
¿Recuerdan hace doce años? Miles y millones de personas de todo el mundo no disfrutaron del 31 de diciembre porque pensaban que era el fin del mundo. Lo que comenzó como el Efecto 2000, un error de software, se transformó en caos. 

Como si no tuviéramos más cosas en las que pensar, ahora tenemos que lidiar también con otro fin del mundo. Esta vez se producirá el 21 de diciembre. Nos quedan tres días de vida. ¿Quién lo predijo? Pues nadie.

Cuando se acaba el año, normalmente, cambiamos el calendario que tenemos pegado en la pared de la cocina. No se acaba el mundo, simplemente nos quedamos sin hojas. Pues eso es lo que, al parecer, les sucedió a los mayas. Ellos, una civilización altamente conocedora de la astronomía, nunca hablaron del fin del mundo. Eso sí, pensaban que el 21 de diciembre de 2012 sería el fin de un ciclo ya que “se cumplen los trece baktuns, la unidad de tiempo más amplia que establecieron", según palabras de la directora del Planetario de Madrid Asunción Sánchez Justel. 

La locura está llegando a un extremo enfermizo. En Estados Unidos se ha aumentado la venta de armas y de alimentos y en Kansas, incluso, están construyendo refugios subterráneos. Sin duda el fin del mundo está siendo un buen negocio para muchos. 

A los pseudocientíficos, que intentan aprovecharse de la situación, hay que añadir ahora el Obispo de Punta Arenas. El monseñor Bernardo Bastres lo tiene claro: a mal tiempo, bolsillos llenos. “Dicen que hay un chino o un japonés que está construyendo un barco. Yo he dicho lo siguiente: que si creemos que el mundo se acaba el 21 de diciembre, nosotros como Iglesia no tenemos ningún problema en que la gente nos teste, nos deje testamento de sus propiedades. Yo le aseguro que después del 21 de diciembre rezaremos eternamente por ellos. Porque yo estoy seguro que nosotros seguimos vivos, y tal vez ellos parten a otro lado, pero podrían hacer un bien enorme regalándonos sus propiedades a la Iglesia”. 

Quizá Dios es lo que quiere. Ha preparado todo esto para que “donemos” lo poquito que nos queda. Así nosotros seremos más míseros, si se puede, y la Iglesia seguirá aumentando sus las riquezas. 

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