En España, según cifras de 2009, vivimos una media de 81,71 años. Nada mal si lo comparamos con Suazilandia, el país del mundo con una menor esperanza de vida. Los suazis viven una media de 31,88 años. Pero hay lugares, escondidos del mundanal ruido, donde el tiempo se detiene. Vivir en Cerdeña, Loma Linda, Okinawa e Ikaria es una apuesta casi segura. En Cerdeña habita la familia más longeva del mundo. Los nueve hermanos de la familia Melis suman 818 años. Y su secreto no es otro que la “sopa minestrone”, el plato típico de la localidad. Viviendo en Loma Linda te aseguras 10 años más que la media estadounidense. Y en la isla griega de Ikaria vive Stamatis Moraitis. A este señor, mientras residía en Estados Unidos, con 60 años, le diagnosticaron un cáncer con el que no viviría más de seis meses. Volvió a su pueblo natal para terminar sus días y 36 años más tarde aún sigue trabajando en su huerto. Casualidad o no, estos cuatro lugares se encuentran a miles de kilómetros de distancia pero en puntos casi equidistantes.
Según datos del Instituto de Estadística de la UNESCO, correspondientes al 5 de septiembre de 2011, “793 millones de adultos son analfabetos, en su mayoría chicas y mujeres. Otros 67 millones de niños en edad de asistir a la escuela primaria no lo hacen y 72 millones de adolescentes en edad de cursar el primer ciclo de la enseñanza secundaria tampoco están gozando de su derecho a la educación”. El programa “One Laptop per Child”, diseñado por el Laboratorio Multimedia del Instituto Tecnológico de Massachusetts, pretende “empoderar a los niños más pobres del mundo a través de la educación”. Hasta el momento el programa ya ha repartido unos 3 millones de portátiles en 40 países. Rwanda, Nicaragua, Madagascar, Paraguay, India, Gaza y Ramallah, Nepal, Afghanistan, Kenya, Perú y Uruguay ya están desarrollando este proyecto con, hasta ahora, increíbles resultados. Uno de los experimentos se está desarrollado en Etiopía. Los niños de las aldeas de Wonchi y Wolonchete recibieron hace meses unas cajas, sin ningún tipo de instrucciones, en cuyo interior había tabletas Motorola Xoom que podían cargarse con energía solar. "A los cinco minutos, un niño no solo abrió la caja sino que encontró el botón de encendido. Al cabo de cinco días, estaban usando una media de 47 aplicaciones por niño. A las dos semanas, estaban cantando el abecedario en la aldea y a los cinco meses habían ‘hackeado’ el dispositivo Android", asegura el director del Laboratorio. El experimento, por ahora, no tiene validez científica pero va por muy buen camino.
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